Uno de los miedos más comunes que tenemos en la infancia es a quedarnos atrapados en un cementerio. Llegada la adolescencia, ese temor empieza a disiparse, y en la adultez, generalmente, se supera. Ahora bien, que no les tengamos miedo a los fantasmas no quiere decir que no existan. Si no, pregúntenle a Bernardo, el protagonista de este cuento.
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